Dios te habla a través del corazón. Dios no te habla a través de la cabeza.
Y tú lo sabes, porque tanto Dios, como la Vida y todo Aquello que tiene Valor: Se Siente.
Dios te habla todo el tiempo a través de lo que sientes.
Renuncia a la dolorosa separación que supone el creer que se necesita pensar para saber lo que el Espíritu te quiere decir: lo has sabido siempre. No ha existido un solo momento en toda tu vida en el que Dios no haya estado cerca de ti diciéndote lo que es bueno para ti: ni uno solo.
Dios es Vida. Y la Vida corre a través de ti sintiéndose como hambre y cómo satisfacerla, sintiéndose como sed y cómo saciarla, sintiéndose como sueño y cómo atenderlo. Pero aún más allá de todo esto, la vida se mueve a través de ti recordándote que todos somos UNO y que beneficiando a los demás te beneficias a ti mismo, impulsándote a unirte con lo más noble y más profundo de ti, sintiéndose como una especie de “hambre espiritual” que clama por ser saciada. Que puede ser saciada.
Por favor, recuerda esto: puede ser saciada. Podemos unirnos de nuevo con el Gran Espíritu Padre-Madre. Por eso sentimos ese anhelo infinito: porque lo conocemos, porque lo recordamos, aunque sea vagamente; y queremos volver ahí. A la Plenitud.
Y de este anhelo profundo surge nuestra búsqueda de bienestar.
Nuestra búsqueda de Trascendencia. Nuestra búsqueda de nosotros mismos.
Estas meditaciones te conectan cada día con las virtudes divinas de Dios.