AUTOESTIMA>
Me amo a mí mismo
Escriba: “Me amo a mí mismo, así que...” Termine esta oración de tantas maneras como se le ocurra.
Los tesoros
Condicionados como estamos a fijarnos preferentemente en las circunstancias negativas, tendemos a exagerarlas, y a pasar por alto todas aquellas cosas de cada día que nos aportan positividad, placer y felicidad. En vez de focalizarnos en lo que hacemos mal, en nuestras limitaciones e incapacidades, en nuestros errores y fracasos, inherentes por lo demás a nuestra condición humana, deberíamos centrarnos más en nuestras circunstancias positivas, en nuestras capacidades, nuestros éxitos y valores, para tener una estimación más ajustada de nosotros mismos.
El reconocimiento de nuestros valores conlleva una actitud de agradecimiento a esa inteligencia universal que nos ha dotado con tales dones, a la vez que un compromiso con nosotros mismos por desarrollarlos al máximo.
Escriba una lista de 300 cosas por las que esté agradecido: 100 cosas que tiene, 100 cualidades que posee, y 100 cosas que ha hecho bien en su vida.
Perfil de autoestima
“Lo que soy es...” Escriba todas las cualidades, positivas y negativas, que se atribuya. Subraye lo positivo. Lo “negativo” es lo que tiene usted que perdonarse, o invertir injertando nuevos pensamientos.
Pero recuerde que el concepto de “negativo” es muy relativo. Con mucha frecuencia, nuestros esquemas erróneos y limitadores cumplen una importante función, especialmente la de proteger y defender al sistema consciente de circunstancias amenazantes o peligrosas. Se hacen “negativos” cuando se exageran: por ejemplo, el miedo es una actitud defensiva necesaria para la supervivencia, y no es negativo cuando el peligro es real. Cuando pierde su función y se “dispara”, por decirlo así, nos llevará a crearnos peligros y amenazas imaginarias, y es entonces cuando se tiñe de negatividad.
Autoaprobación
Durante un mes, dígase continuamente: “Me amo y me acepto a mí mismo como soy”. Cuando asome algún pensamiento contrario, no le dé importancia, y retome la frase.
Me merezco...
Si no tenemos lo que necesitamos, si parece que la vida nos niega nuestras aspiraciones y necesidades, a pesar de que en apariencia luchemos por satisfacerlas, lo más probable es que esto ocurra porque subconscientemente no nos creemos merecedores de éxito, porque nos sentimos indignos de ser felices, porque, partiendo de una baja autoestima y de una falta de amor a nosotros mismos, buscamos inconscientemente el fracaso.
Escriba en una lista: “Me merezco tener (o ser)... y lo acepto ahora”. Escriba cada merecimiento varias veces, prestando atención a lo que sucede en su cuerpo. Pregúntese si se cree lo que dice o si, por el contrario, todavía se siente indigno.
Si su cuerpo le transmite cualquier sentimiento negativo, afirme: “Renuncio a la parte que, en mi conciencia, está creando resistencias a mi propio bien”, y repita: “Me merezco...”
PERDÓN>
Dieta del perdón
Parece imposible amar a personas que nos hacen daño y nos decepcionan, pero es el único tipo de personas que existe. Por otra parte, hacer las paces con alguien no significa que esa persona las vaya a hacer con nosotros como respuesta. No podemos obligar a nadie a que haga lo que queremos. Y tenga en cuenta que la persona a la que castiga verdaderamente cuando no quiere perdonar es a usted mismo, pues el resentimiento es usted quien lo experimenta, en su mente y en su cuerpo, envenenando vida, no la de la otra persona, que con frecuencia ni sabe que cometió una ofensa. El perdón significa que usted se sacude de encima el pasado, como si fuera polvo, que aprende la lección que hay y que sigue viviendo.
Partiendo del hecho de que, cuando recibimos una ofensa, en vez de culpar a la otra persona por su conducta incorrecta, lo que tenemos que hacer es descubrir en nosotros la causa de haber provocado esa situación, este ejercicio nos será muy útil para descubrir los motivos que tuvo nuestra mente subconsciente para atraer esa situación desagradable, “obligando” a la otra persona a desempeñar un papel que nosotros necesitábamos para aprender de esa experiencia. Lo que la gente nos hace es, con frecuencia, expresión de lo que nosotros le hemos pedido inconscientemente.
En primer lugar, perdónese a usted mismo por haber creado la situación de ofensa hacia usted, y por censurar a la otra persona, que sólo cumplía con su trabajo. Recuerde que nadie obra mal, sino que todo es un simple engranaje donde los esquemas inconscientes interrelacionan entre sí, los del ofensor y los del ofendido.
Escriba después las siguientes afirmaciones 70 veces al día durante 7 días:
- Perdono completamente a... (ponga aquí el nombre de la persona)
- Me perdono completamente a mí mismo.
Como las primeras personas a las que hemos de perdonar son nuestros padres, por no haber respondido plenamente a todas nuestras expectativas y necesidades, esta “dieta” deberá incluirlos:
- Perdono completamente a mi padre
- Perdono completamente a mi madre
Para finalizar, existe en lo más profundo de nosotros la creencia de que, de alguna forma, Dios es el “culpable” de nuestras experiencias dolorosas, por haber permitido que sucedieran. Así, para que la dieta sea completa, también deberemos “perdonarle”:
- Perdono completamente a Dios.
La venganza
Relájese. Piense en una persona a quien le cueste perdonar. ¿Qué le gustaría realmente hacerle para que expiase su culpa? ¿Qué tendría que hacer ella para merecer su perdón? Imagínese que eso sucede ahora, con todo detalle. ¿Durante cuánto tiempo quiere que sufra o que haga penitencia?
Cuando sienta que todo haya acabado, dé todo por terminado para siempre.
El escenario
Esta técnica no es fácil de realizar, pero asegura un perdón definitivo hacia alguien por quien sintamos profundos resentimientos, cuando otras prácticas no han conseguido disolverlos.
Relájese. Imagine a la persona que necesita perdonar subida en un escenario, y a usted sentado enfrente de ella. Ahora, imagine que a esa persona le ocurren cosas maravillosas, que usted le desea lo mejor... Vea a esa persona teniendo lo que quiere tener, sienta su felicidad, envíele sus bendiciones, visualícela en el mejor estado posible.
Para finalizar, súbase usted también al escenario, y hágase lo mismo: imagínese que le ocurren cosas maravillosas, que ya tiene todo cuanto desea. Visualice que está radiante y feliz, que todo está perfecto en su mundo.
Sintiendo compasión
El mejor antídoto contra la mayoría de las emociones negativas es la compasión, entendida ésta como aquella forma de amor que consiste en ver cómo es todo, en amar a alguien que aparentemente no es digno de amor, pero que se hace acreedor a él cuando consideramos sus circunstancias, el marco general de su vida. Cuando exculpamos a alguien, o a nosotros mismos, examinando aquellas circunstancias que propiciaron el error, somos compasivos; cuando consideramos que todos nosotros somos seres limitados, y que por tanto tenemos derecho a equivocarnos y a fracasar, sentimos verdadera compasión. Ésta no ve los hechos aislados e independientes, sino como parte de un todo. Supone interpretar nuestra conducta y la ajena a la luz de una comprensión más amplia de la condición humana, que acepta que los seres humanos, a pesar de nuestra buena voluntad, tendemos a hacernos daño y a decepcionarnos mutuamente.
Esta práctica sirve para perdonar a otros y a nosotros mismos, para liberarnos de rencores y culpas. Se trata de considerar la vida de usted, o la de alguien contra la que guarda resentimiento, como un todo. Pregúntese, por ejemplo, cómo llegó la otra persona a ser como es o como era; piense en la familia que tuvo, en su infancia; véala como un ser humano corriente, confuso, capaz de cometer errores, que lucha por la vida como lo hace usted; considere los problemas que tenía o que tiene, sus conflictos, todo aquello que hizo que se comportara como se comportó; tenga compasión por la incapacidad de la otra persona para encontrar la alternativa de amor, piense que no supo encontrar ese camino, a pesar de sus buenas intenciones; piense, en fin, que no hay personas malas, sino gente que se equivoca.
Por último, aprecie las cualidades positivas de esa persona y que a usted le agraden, y escriba una declaración general de perdón, incluyendo todos los incidentes que perdona.
CLARIFICACIÓN>
Explorando la pseudorrealidad
Las creencias profundas que tenemos sobre la realidad que nos rodea determinan nuestra manera de comportarnos ante ella. Son los filtros inconscientes a través de los cuales percibimos la realidad, hasta el punto de que no reaccionamos ante hechos objetivos, sino interpretados. A esta realidad deformada por nuestra interpretación es a lo que llamamos pseudorrealidad. Nuestras conductas y emociones están entonces orientadas a la defensa y demostración de nuestro sistema de creencias, de nuestros esquemas mentales, de nuestra programación, en suma.
La pseudorrealidad de que hablamos se apoya, pues, en un sistema de creencias, y éstas se fundamentan en la programación parental, en esos mandatos y mensajes que hemos interiorizado de nuestros padres. De niños éramos seres puramente emocionales, necesitados de amor. Como consecuencia, con tal de conseguir la atención, el contacto y la aprobación de nuestros padres hacíamos cualquier cosa, y cuando esta energía amorosa no venía espontáneamente, aprendíamos cómo conseguirla, con lo cual tendimos a imitar el mundo emocional de nuestros padres, con sus mandatos.
El siguiente ejercicio trata de explorar las creencias profundas que asimilamos en nuestra vida familiar, proyectándolas hasta el presente, para detectar la pervivencia de esos esquemas mentales negativos productores de sufrimiento.
Escriba los mensajes y admoniciones que recibió de sus padres sobre los siguientes apartados: Amor, Sexo, Dinero, Trabajo, Dios, el Mundo y la Vida. Redacte los mensajes en forma de frases admonitorias y directas. Por ejemplo. “Si no eres bueno, Dios te castigará” (Dios); “Hay que sacrificarse por los seres queridos” (Amor); “Ahorra para el mañana” (Dinero); “No dejes que nadie pase por encima de ti” (Mundo-Vida)... Tenga en cuenta no sólo las frases literales que le decían sus padres, sino todos aquellos mensajes subliminales que se le transmitían por comunicaciones no verbales: conductas, gestos, tonos de voz...
En una segunda fase, encabece una página con el título: “Así era la pseudorrealidad de mi casa”, y describa el sistema de creencias detectado con la práctica anterior, redactándolo de manera que tenga usted un cuadro global y coherente.
Para finalizar, encabece otra página con el título: “Así es mi realidad de hoy”, y describa sus principales problemas, las zonas de mayor conflictividad y frustración de su vida actual.
Compare esta descripción con la anterior, y vea qué aspectos de su vida presente expresan sus creencias profundas adquiridas en la familia.
Clarificación (1)
Esta práctica se utiliza cuando nos sentimos bloqueados en algún aspecto de nuestra vida, cuando nos parece que la realidad nos presenta obstáculos que impiden la consecución de algún deseo importante para nosotros. Consiste en intentar hallar las motivaciones profundas por las que nosotros mismos nos bloqueamos y boicoteamos nuestras aspiraciones.
Escriba: “La razón de que no pueda conseguir... (aquí se expone el deseo frustrado que tenemos) es...” Haga una lista exhaustiva de las causas que, a su parecer, le están bloqueando ese objetivo.
Después, examine la lista y detecte las ideas negativas principales, las que más se repiten. Resúmalas, agrupándolas según sus afinidades. Luego, partiendo de estas ideas, escriba una lista de sus actitudes negativas respecto de usted mismo, otras personas, el mundo y la vida en general, subrayando aquellas que tengan mayor poder emocional sobre usted. En todo el proceso, esté alerta respecto a las emociones que experimenta cuando se enfrenta a esas ideas negativas, aceptándolas plenamente.
Al final, rompa y tire todas las listas, relájese y haga afirmaciones positivas que substituyan a las creencias negativas que ha detectado.
Clarificación (2)
Con frecuencia, no basta la práctica de las afirmaciones positivas para conseguir un objetivo. La causa de esto es, como indicamos en el ejercicio anterior, que aunque conscientemente deseamos alcanzar esa meta expresada en las frases, albergamos creencias subconscientes que sabotean nuestras aspiraciones, creencias enraizadas en nuestra “sombra”, con lo cual no servirá de nada desear el éxito conscientemente cuando inconscientemente deseamos fracasar para así demostrar nuestra creencia profunda. Esta práctica sirve para detectar esta programación negativa.
Elija una afirmación positiva sobre la que quiere trabajar, y escríbala de 10 a 20 veces seguidas. Utilice su nombre y escriba la frase en 1ª, 2ª y 3ª persona. Por ejemplo: “Yo, fulano de tal, quiero conseguir un trabajo mejor”, “Tú, fulano de tal, quieres conseguir un trabajo mejor”, “Él, fulano de tal, quiere conseguir un trabajo mejor”...
Observe si siente alguna resistencia, alguna duda o pensamiento negativo acerca de lo que está escribiendo. Si es así, vuelva el papel del revés y escriba al dorso el pensamiento negativo, la razón por la que su afirmación no puede ser cierta o no puede llegar a realizarse. Después, vuelva a escribir la afirmación.
Al terminar, lea el dorso de la hoja con las ideas negativas, y escriba afirmaciones nuevas que las contrarresten, o repita las anteriores, pero cambiándolas para hacerlas más precisas. Haga el ejercicio varias veces y, una vez detectada la programación negativa, deje de escribirla y pase a las afirmaciones positivas.
CAMBIO>
El injerto
Esta es la técnica básica para implantar pensamientos positivos en la mente subconsciente:
Escriba el pensamiento positivo que quiere grabar en la mitad izquierda de una hoja. Repítalo muchas veces, unas 20, durante varios días. Cada vez que escriba el injerto, respire y escriba la primera reacción al mismo (son las resistencias) en la parte derecha de la hoja. Después, proceda como en el ejercicio de clarificación nº 1.
El problema
Seleccione un problema que desee suprimir. Escríbalo de la forma más sencilla posible. Ahora, haga una introspección, y escriba: “La razón por la que creé este problema es... ” y empiece a escribir todas las asociaciones que revele su mente.
Cuando le parezca que ha dado con la verdadera causa, la sentirá en su cuerpo. Entonces, haga dos cosas:
- primeramente, haga un injerto positivo (con columna de resistencias).
- Trace un plan de acción adecuado en el universo físico y prográmelo en su calendario.
Arrojar lo negativo
Apunte todos sus pensamientos negativos sobre el amor, la vida, su cuerpo, las relaciones, el dinero... Haga asociaciones libres de ideas, y rellene cuantas páginas sean necesarias. Cuando sienta que se ha descargado por completo, tírelas.
Liberación de los esquemas negativos
Técnica muy importante, basada en que mantenemos una creencia negativa autolimitante porque, de alguna manera que se nos escapa, conseguimos con ella unos beneficios secundarios; porque optamos por ella una vez en el pasado y no hemos sido capaces de actualizar esa opción pasada; y porque tenemos miedo a cambiar, aferrándonos a lo negativo simplemente porque nos es conocido. Siga estos pasos:
- Tome conciencia del esquema negativo, viéndolo como una opción que su mente subconsciente eligió para conseguir algo en el pasado.
- Pregúntese qué beneficios saca usted con esa creencia.
- Deje marchar el pasado, perdone.
- Observe su miedo a cambiar, posiblemente por las nuevas responsabilidades que el cambio traería consigo, obligándole a hacerse cargo de su propia vida.
- Vaya resueltamente a por lo que quiere, y no espere a completar el pasado. Perseguir el éxito en la vida es el camino más rápido para completar el pasado.
Desprenderse del pasado
Haga una lista de todas las cosas del pasado que quiere soltar. ¿Está realmente dispuesto a hacerlo? Fíjese en sus reacciones. ¿Qué tendrá que hacer para desprenderse de esas cosas? ¿Qué nivel alcanza su resistencia a cambiar? Después, relájese y dígase: “Estoy dispuesto a desprenderme. Aflojo mis resistencias, aflojo toda tensión. Renuncio a todo miedo, a todo resentimiento. Me libero de toda culpa, de toda tristeza... Renuncio a las viejas limitaciones. Me desprendo de todo esto y estoy en paz: en paz conmigo mismo, en paz con la vida y el Universo. Estoy a salvo y seguro”.
Los cambios
Haga una lista de las cosas que no le gusten de usted o de su vida actual. Luego, deles la vuelta, expresándolas en forma de afirmaciones positivas. Ejemplo: “Quiero mudarme de casa” se traduciría por: “Tengo una vivienda perfecta”.
LA CULPA>
Gran parte de nuestros esquemas negativos arrancan de dos emociones básicas, quizá las más primarias del ser humano: el miedo, referido a un futuro incierto e imprevisible portador de amenazas y peligros, y la culpa, que apunta hacia un pasado en el que hicimos algo incorrecto desde nuestro punto de vista, o en el que no estuvimos a la altura de las circunstancias en una situación que nos llevó a un fracaso aparente. De estos dos sentimientos se nutren otros, como la rabia y la tristeza, y todos juntos conforman el sustrato en el que hunden sus raíces casi todas nuestras creencias autolimitativas. Por ejemplo, no es difícil asociar la baja autoestima con repetidos sentimientos de culpa, y tras la más cara de la rabia estamos escondiendo el miedo la mayoría de las veces.
Si en ejercicios anteriores practicamos el perdón como medio para liberarnos de sentimientos de rabia y rencor, lo mejor para liberarse de la culpa sería aplicar esas técnicas sobre nosotros mismos, con el fin de llegar a perdonarnos completamente.
Esta práctica consiste en hacer una lista de 100 cosas que piense haber hecho para herir a los demás. Luego, haga otra lista con 100 cosas que crea que han hecho los demás para herirle.
Ahora, respire y eche un largo vistazo a ambas listas. Disipe su culpa primordial perdonándose a usted mismo por personificar el deseo subconsciente de castigo de otras mentes culpables. Perdónese a usted mismo por atraer castigos para aliviar el dolor de su propia culpa.
EL MIEDO>
El miedo consiste, básicamente, en una falta de confianza ante el futuro, que aparece imaginado con dificultades y problemas, erizado de peligros y de situaciones dolorosas que no estamos seguros de poder soportar. Mas en esta actitud atemorizada hay dos hechos incontrastables: en primer lugar, es seguro que el mañana traerá problemas, pues son componentes intrínsecos de la vida humana, siendo imposible escapar de ellos; y, en segundo término, en el fondo de nosotros sabemos que, sea lo que sea que el destino nos depare, vamos a ser capaces de sobrellevarlo. ¿A qué tememos, pues? ¿Dónde radica esa falta de confianza, esa inseguridad?. La clave es simple: no tenemos miedo porque nos falte confianza en el futuro, sino que la causa es que no confiamos en nosotros mismos.
La ansiedad resultante es producto de una baja autoestima, la reacción programada que hemos aprendido basada en que tenemos que sentir miedo ante lo desconocido, evitando el riesgo.
Lo más negativo del miedo no es el sufrimiento que experimentamos por adelantado ante sucesos que todavía no se han producido ¾¿no es esto un absurdo lógico?¾, sino que esa reacción negativa, esa tensión ansiosa, esa preocupación nos impide gozar del ahora, del momento presente, nos impide tomar conciencia de las bendiciones y milagros en que nos desenvolvemos diariamente, anestesiándonos para disfrutar de tantos placeres como tenemos a cada instante al alcance de la mano.
Haga una lista de los hechos a los que verdaderamente tiene miedo, incluyendo sólo los que teme activamente, y no los que sabe por medio del intelecto que podrían tener consecuencias negativas para usted. Para cada uno de esos sucesos, anote qué es de lo que desconfía en sí mismo o en el mundo para producirle este miedo.
Cuando haya detectado sus desconfianzas, aquellas aptitudes y capacidades que cree no poseer en suficiente calidad y cantidad, pregúntese si su desconfianza en ellas es real o imaginada. En caso de ser real, pregúntese qué le haría falta para confiar en aquello en lo que no confía ahora mismo. Por ejemplo, el tener miedo a la soledad puede llevarle a una ampliación de sus amistades, a una profundización en las existentes, a una mayor apertura a los demás, o a apuntarse a alguna asociación.
ACEPTACIÓN>
Un principio psicológico afirma que todo lo que el hombre resiste se le transforma en enemigo, y también todo lo que teme, porque el temor es de alguna manera resistencia. El hombre teme y resiste una serie de enemigos ¾ enfermedades, fracasos, abandonos, desprestigios...¾, y despliega enormes cantidades de energía para anularlos. Ahora bien, aunque pueda neutralizar algunas realidades negativas, la gran mayoría de éstas no tienen solución, pues por su naturaleza son indestructibles. Por ello es por lo que se las llama imposibles, o hechos consumados, frente a los que no cabe otra actitud que la de la aceptación.
Es locura resistir la realidades que son inalterables. Lo único que podemos sacar de esta lucha perdida de antemano es más sufrimiento. La única solución posible consiste en abandonarse, haciendo un acto de fe y de confianza en la voluntad divina, seguros de que siempre se orienta a nuestro bien.
Leyes inexorables circundan nuestra existencia: la ley de la precariedad, la ley de la decadencia, la ley de la transitoriedad, la ley del fracaso, la ley de la mediocridad, la ley de la soledad, la ley de la muerte, la ley de la irreversibilidad del tiempo... ¿Qué podemos hacer nosotros ante esas fronteras absolutas? En una proporción altísima, el ser humano está radicalmente incapacitado para anular o transformar las realidades que se levantan ante sus ojos. Somos esencialmente limitados, y debemos aceptar con paz el hecho de que con grandes esfuerzos vamos a conseguir pequeños resultados. ¿Para qué quemar inútilmente energías por sucesos que están consumados, o por cosas que no pueden alterarse un milímetro? Pretender cambiar la realidad es como si alguien quisiera cambiar una radio que suena bien sólo por el hecho de que emite malos programas.
Dado que no podemos cambiar el mundo de afuera, sino simplemente aceptarlo, nuestra única opción consiste en cambiar nuestros sentimientos y emociones. Para ello, el primer paso es aceptarlas, porque ¿cómo podemos cambiar algo si primero no lo aceptamos y reconocemos?
Aceptando una emoción negativa
La aceptación de las emociones desagradables es la condición previa para el cambio. Significa experimentar, sin negación o rechazo, que un hecho es un hecho, que sentimos lo que sentimos. Significa respeto por la realidad. No podemos hacer desaparecer nuestro miedo gritándole, o gritándonos a nosotros mismos, o reprochándonos porque nos sentimos culpables. El camino correcto es ser conscientes de esa emoción, recordando que somos más grandes que cualquier emoción aislada, convirtiéndonos en testigos, sin identificarnos con nuestro estado emocional. La práctica de autoaceptación que proponemos es la siguiente:
Relájese, y tómese unos minutos para contemplar algún sentimiento o alguna emoción que le resulte difícil afrontar: inseguridad, dolor, envidia, ira, tristeza, miedo, etc. Cuando aísle ese sentimiento, por ejemplo el miedo, imagine alguna escena que suela evocarlo, algún suceso que le produce miedo. Entonces, dígase: “tengo miedo”, sumergiéndose en ese sentimiento, como si le abriera el cuerpo.
Explore qué sucede en su cuerpo diciéndose varias veces: “Ahora me siento así y así (describiendo sus sensaciones del momento) y lo acepto plenamente”. Una vez detectadas las sensaciones corporales que le produce su miedo, concéntrese en una respiración suave y profunda, a la vez que se relaja más y más. Siga contemplando y sintiendo el miedo, permítale estar allí, en lugar de intentar desear que se extinga. Dígase: “Ahora estoy explorando el mundo del miedo”.
Por último, puede incluso hablar con su miedo, invitándole a que le diga la peor cosa imaginable que pueda ocurrir, de modo que usted pueda afrontarla y también aceptarla (ésta es una estrategia que tiende a apartarlo de fantasías atormentadoras e introducirlo en la realidad, mucho más benévola). Pregúntele a su miedo cuándo y cómo comenzó, y de qué está intentando protegerle. Finalmente, imagine cómo se sentiría si no tuviera que combatir el miedo pensando, por ejemplo: “Reconozco mi miedo y lo acepto... y ahora veamos si puedo recordar cómo se siente mi cuerpo cuando no tengo miedo”.
Observando emociones
Ejercicio básico para identificar nuestros estados emocionales, tomar conciencia de ellos, y desapegarnos, desidentificándonos de ellos. De origen budista, su objetivo es fomentar en nosotros la actitud de testigos de nuestra vida emocional, sin comprometernos con ella.
Primeramente dedicaremos unos minutos a tomar conciencia de las sensaciones corporales. Conseguida una cierta quietud, pasamos a observar las emociones que aparezcan en nuestra conciencia, cosa que seguramente sucederá, pues el estado de distensión afloja los controles conscientes que son lo que usamos para reprimir las emociones. Debilitadas las barreras mentales, las emociones reprimidas pueden entonces aflorar ante nosotros.
Puede ser útil hacernos preguntas tales como: “¿Cómo me siento ahora mismo?”, u otras parecidas. Cuando aparezca una emoción, ésta debe ser aceptada como tal y observada con despego y desapasionamiento, exactamente como si estuviéramos observando un fenómeno corporal como nuestra respiración, por ejemplo. La emoción, al igual que el pensamiento, se desarrolla a través de un proceso de nacimiento, mantenimiento y muerte. Observemos este proceso sin identificarnos con él.
Es recomendable, al aparecer una emoción, prestar atención a su manifestación física, es decir, a los síntomas corporales que la emoción provoca. De igual modo, podemos verbalizar las emociones, dándolas un nombre. Por ejemplo: “Ahora siento ansiedad, y la experimento en el plexo solar, de tal y tal manera...”
Finalmente, fijaremos nuestra atención en la parte de nosotros mismos que contempla esas emociones desde fuera. Si somos capaces de hacer esto, es señal inequívoca de que no somos esa emoción, pues de lo contrario no podríamos verla ni identificarla. Digamos entonces: “Yo no soy mis emociones”.
Fuente: http://sapiens.ya.com/laureben/sanacion_emocional.htm